LA DESTRUCCIÓN DE SANTA MARÍA DE POBLET

La primera expoliación y saqueo de la abadía de Poblet tuvo lugar durante el Trienio liberal. En este primer periodo revolucionario, comprendido entre 1820 y 1823, fueron incendiados los altares del templo, la sillería del coro del s.XVI, el órgano, los armarios de madera de las dos sacristías, donados por el duque Pedro Antonio de Aragón para guardar tejidos y otros objetos de gran valor, fuego avivado por imágenes y bancos de madera, cuyas llamas causaron importantes daños en los sillares de las bóveda. No obstante, y a pesar de tan brutal agresión, el palacio de abad Copons también fue saqueado e incendiado, lo mismo que las granjas y sus eras, todas las tumbas fueron respetadas y permanecieron intactas en medio de aquel fuego devastador

 


 

 

       




La profanación de las tumbas reales, sin embargo no tuvo lugar hasta la segunda oleada revolucionaria de 1834 (Rev.de París, 1830), coincidiendo con el inicio de la 1ª guerra carlista y una epidemia de cólera. Los hechos se produjeron en el año 1836, cuando los saqueadores, a la búsqueda de tesoros, rompieron las paredes laterales de los sarcófagos y dejaron esparcidos por el pavimento los cuerpos de Jaime I, el de su tataranieto Pedro el Ceremonioso y el del hijo de éste Juan I el Cazador. Otras tumbas también fueron abiertas y registradas, pero los cuerpos reales no fueron extraídos de sus respectivos sepulcros.

En 1837, el párroco de la Espluga de Francolí, mosén Antonio Serret, pidió y obtuvo permiso para recoger los restos esparcidos por el presbiterio del templo. Con la ayuda del teniente alcalde y tres feligreses, reunió los fragmentos de los cuerpos de los reyes, los envolvió con sacos empleados para recolección de aceitunas y los trasladó en carro hasta su parroquia, donde los guardó junto a una veintena de príncipes y princesas de la Casa real de Aragón .

En 1841, Josep Criviller, ayudante de obras del puerto de Tarragona y autor del libro Descripción topográfica de la provincia de Tarragona (1839), al saber lo sucedido, ayudó a mosén Serret a rescatar los que todavía permanecían en el interior de sus tumbas como los de Alfonso el Casto y Fernando I de Trastámara para salvarlos de aquel expolio imparable, que iba a tener su momento más álgido en los años 1842-43.

Tras una primera reunión en el ayuntamiento de la Espluga para informar y determinar qué debía hacerse con ellos, el médico-cirujano de la vila los colocó en cajas. El supuesto Jaime I en una de nogal y el resto, distribuidos en 7 cajas de pino. La ciudad de Valencia, al saber la noticia de que Jaime I se encontraba entre los rescatados, pidió su custodia. El año 1843, fueron trasladados a la catedral de Tarragona, donde permanecieron hasta ser devueltos al monasterio de Poblet por el general Franco, el 4 de junio de 1952